domingo, 22 de julio de 2007

LUIS RUIZ AJA / ¿Contra qué luchas?

Las páginas de un libro esconden las causas por las que miles de hippies se desnudaron ante el mundo para cambiarlo. Ahora, el mundo sigue haciendo jirones sus prendas... ¿Qué ha sido de la contracultura? ¿Qué queda? Luis Ruiz Aja, santanderino, sociólogo y director de La Noche es Joven, firma ese libro en el que te lo cuenta todo.
TEXTO:/MARTA SAN MIGUEL

Jimi Hendrix. Hombres y mujeres desnudos. Drogas psicodélicas. Festival de Woodstock. Flores y faldas contra la Guerra de Vietnam. Collares y paz, barbas... Tópicos y leyendas aparte, el movimiento hippie no fue otra cosa que un sarampión para la clase política que veía, en la década de los 60, cómo jóvenes estadounidenses (y más tarde países europeos como Francia, Holanda o Alemania) reventaban con sonrisas un sistema basado en la producción, el dinero, el militarismo, el mercado, las multinacionales y la falta de libertades. Ataviados con porros, libros de Kerouac, margaritas, un fuerte olor corporal y temas como 'Whole a lotta love' de Led Zeppelin, los jóvenes promulgaban a los cuatro vientos la existencia de otra forma de vivir, luchando contra cualquier represión que se escondía en el recién estrenado Welfare State (estado de bienestar).

El movimiento 'hippie' (término que surgió en un periódico de San Francisco) supone el máximo estandarte del Counter Culture, que traducido al castellano (equívocamente) se conoce como Contracultura. En realidad, el término hace referencia a la 'cultura a la contra', y se trata de la columna vertebral del libro de Luis Ruiz Aja (Santander, 1971). Licenciado en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad Autónoma de Barcelona, Luis Ruiz reflexiona desde la distancia del tiempo pasado para profundizar en un movimiento que, si bien está lleno de leyendas y mitos, es un ejemplo en la actualidad sobre cómo actuar ante un sistema que no convence. Lo hace en 'La Contracultura. ¿Qué fue?¿qué queda?', obra editada por Mandala y que cuenta con el prólogo de Pepa Roma, escritora y periodista que acompaña a otros nombres propios como Fernando Sánchez Dragó en entrevistas reveladoras.

Mileuristas silenciosos

El famoso 'Mayo del 68' fue una consecuencia más de este caldo de cultivo juvenil que traspasó las fronteras del Atlántico para entregar a los jóvenes franceses una herramienta para reaccionar contra el sistema. Una reacción que los franceses han vuelto a demostrar recientemente echándose a la calle en masa para protestar contra la ley de contratos y que ponía, aún más si cabe, otra zancadilla hacia la estabilidad laboral. En España, los jóvenes también la reciben, hasta el punto de haber creado un nuevo término para definir un estrato social: los 'mileuristas'. Según Luis Ruiz, en España «no hay tradición participativa, ya que heredamos una carencia democrática». Además, a diferencia de los franceses que cuentan «con apoyos institucionales para independizarse y entrar en la vida adulta», los españoles viven en una cultura en la que el paro, la vivienda, y la herencia recibida de una dictadura dificultan esta transición e incluso la protesta que podría cambiarla: «No hay conciencia colectiva y la tradición participativa que existe en el país vecino aquí no la hay, la sociedad no está vertebrada», asegura Luis Ruiz que en la actualidad dirige, como técnico de juventud, los talleres de La Noche es Joven del Ayuntamiento de Santander.

¿Qué queda?

La contracultura encuentra hoy pequeños movimientos como el okupa o el antiglobalización en un maremágnum de tendencias en las que no falta la imitación a aquellos años de lucha por la libertad. Queda ahora «el neohippismo, pero no el real, sino uno superficial y estético. De ahí surge el término 'BoBo', el Bohemio Burgués que gasta millonadas para conseguir un look cuidadosamente desaliñado». Movimientos formales aparte (donde las etiquetas, definiciones y el concepto 'alternativo' pacen con absoluta calma), la cultura oficial que impera es «una mezcla en la que prima lo que se criticaba entonces, es decir la supremacía de la competitividad, y el materialismo; y por otro lado los valores no materiales que van tomando fuerza como la participación ciudadana o la igualdad».

Ahora, cabe preguntarse cuál sería la contracultura que nosotros dejaremos en herencia a los jóvenes del futuro. La conclusión de la obra de Luis Ruiz invita a analizar el espíritu de los movimientos de los 60 para descifrar que «vivimos bajo los patrones de la sociedad burguesa de los sesenta y pero también de la más 'underground', no ha habido un cambio social, no se han destruido las clases, siguen los convencionalismos, la sociedad de consumo...» Entonces, cabe preguntarse ¿Contra qué luchas?

El Diario Montañes /Viernes, 22 de junio de 2007

Aquellos maravillosos, ¿o desastrosos? años

LUIS RUIZ/AUTOR DEL LIBRO DEL LIBRO 'LA CONTRACULTURA: ¿QUÉ FUE, QUÉ QUEDA?' (MANDALA EDICIONES)

Sarkozy, recientemente proclamado presidente de Francia, basó buena parte de sus discursos de final de campaña en la denostación y demonización de la herencia de Mayo del 68, a la que llegó a culpabilizar de los principales males que aquejan a la actual nación gala: relativismo intelectual y moral, pérdida de las buenas costumbres, crisis del sistema educativo..., e incluso de la introducción del cinismo en la sociedad y la política; asi como del culto al rey dinero, a la especulación y beneficios a corto plazo, y a las derivas del capitalismo financiero...

Este discurso catastrofista, coincidente con el que desplegó la revolución neo-conservadora de los 80, choca frontalmente con otro -también frecuente- basado en la exaltación de 'aquellos maravillosos años', en los que una oleada de romanticismo invadió los países industriales y todo se inundó de amor, paz, libertad y flores, mientras sonaba la mejor música de la historia del rock y todos los jóvenes hacían el amor y la revolución pacífica, como nos cuentan -otra vez- los muchos actuales papás que dicen haber estado en mayo del 68 que -curiosamente- triplican en número a la cantidad de jóvenes que realmente lo hicieron)...

Este discurso mitificador, viene siendo aprovechado -aún hoy- por las industrias de la moda, música, series de TV..., para lanzar periódicos revivals de la 'década prodigiosa'. De ahí que se hable de la aparición de un cierto neo-hippismo, pero basado principalmente en aspectos estéticos y superficiales, en detrimento de otros importantes aspectos ideológicos/filosóficos que aportaron los movimientos contraculturales de finales de los 60. Todo ello está dando lugar -según algunos autores- a un nuevo perfil social: el de los 'jipiócritas' o bo-bos (bohemios-burgueses), que se gastan verdaderas fortunas en adquirir los bienes materiales más 'underground' y 'alternativos' del mercado.

Esta primera controversia entre mitificadores y demonizadores del 68, se entrecruza con otra según la cual: unos defienden que estos movimientos fracasaron al desaparecer sin dejar nada alterado ni acceder al poder; mientras que otros (entre los que también hay defensores y detractores como Sarkozy) consideran que las repercusiones de la Contracultura están siendo de vital importancia (positiva o negativa) en nuestra realidad actual... A partir de ahí, y tras constatar la existencia actual de esos cuatro discursos opuestos, cabe preguntarse si alguno de ellos es acertado y por qué -40 años después- esos movimientos juveniles siguen levantando tantos odios y pasiones.

Mi opinión, al respecto (producto de haber analizado a fondo estos movimientos con la objetividad y perspectiva que da el no haber pertenecido a aquella generación) es la de que se tiende a sobredimensionar su importancia y magnitud (no olvidemos que solamente una minoría -privilegiada en lo cultural y económico- de los jóvenes los protagonizó). Hasta el punto de que se les achaca virtudes y defectos de nuestra sociedad actual que, en realidad, se deben a fenómenos estructurales y procesos de cambio social mucho más profundos, que vienen gestándose y desarrollándose en las últimas décadas, y de las que la propia Contracultura del 68 sería -a su vez- un producto: globalización, desarrollo de la sociedad de la información, posmodernidad, proceso de secularización... El exagerado discurso electoral de Sarkozy al respecto es un buen ejemplo de lo que digo.

Por otro lado, considero que tampoco se puede minimizar la importancia de aquellos movimientos, sobretodo por los aspectos novedosos que introdujeron: En efecto, a finales de los 60 fueron muchos los países (USA, Francia, Holanda, Checoeslovaquia, Alemania etc) que vieron como estallaba en su seno una serie de movimientos de protesta contra los valores establecidos, trabajando subterráneamente en la creación de formas alternativas de vivir, consumir y producir. No estaban protagonizados por sectores desfavorecidos, sino por jóvenes de alto nivel cultural y social. Ello -además de plantear un reto importante al orden establecido- sorprendió a los analistas de distintas tendencias: tanto a marxistas (que no lograban explicarlos según la teoría de clases) como a liberales, que venían preconizando el fin de las ideologías y del conflicto social, tras la bonanza económica y el aparente 'consenso de bienestar' de principios de los 60.

Además, el hecho de que la Contracultura no alcanzase ninguna plataforma o cuota de poder no la deslegitima o invalida; dado que no era ése su objetivo, al no tratarse de una revolución política, sino cultural. Como tal, si bien no alteró directamente las estructuras de poder, consiguió dejar huellas en las actitudes, valores, comportamientos, arte, ideologías y formas de vida actuales; acabando con muchos tabúes y convencionalismos.

Aspectos tan actuales como la ecología, el pacifismo, el feminismo, la extensión de los derechos civiles, el orientalismo y la búsqueda de una espiritualidad no-institucionalizada, o de una gestión más participativa y comunitaria de las políticas públicas..., tienen su germen en los movimientos seseintayochistas.

Solamente en el campo socio-político, el legado contracultural es muy importante: Además de condenar -ya en aquellos años- todas las formas de represión (internas y externas) y totalitarismo (de izquierdas y derechas); también ha influenciado la aparición de Nuevos Movimientos Sociales (como el reciente antiglobalizador), de nuevos partidos (como los verdes); ha reformulado el eje izquierda-derecha añadiendo nuevas contradicciones a la tradicional 'capital-trabajo'; ha extendido nuevas formas de protesta y organización ciudadana al margen de los partidos; y ha obligado a éstos a revisar sus programas y agendas, incluyendo cuestiones posmaterialistas (el nuevo alcalde de Santander y su interés por políticas medioambientales es un ejemplo de cómo estos nuevos valores influyen en los partidos clásicos de izquierdas y también de derechas).

Por tanto, la herencia contracultural no es inexistente, pero tampoco es tan profunda como pretendía dicho movimiento, que cayó en la ingenuidad de buscar un cambio de valores tan radical (se hablaba de mutación, más que de revolución). Creyendo, además, que dicho cambio iba a bastar para alterar la injusta estructura social, creando un mundo mejor..., y todo ello regado con las prisas e impaciencia juvenil patente en el slogan que popularizaron el grupo musical The Doors: «¿queremos todo y lo queremos ahora!». Lo que ocurrió, sin embargo, fue que -tras una década- el movimiento de protesta se fue apagando y cayendo en la decadencia: la lucha pacífica (desobediencia civil) degeneró en terrorismo, la liberación sexual en negocio pornográfico, de los ensayos de vida en comunas se aprovecharon muchas sectas destructivas, la búsqueda interior y misticismo derivó muchas veces en drogodependencia... y la contracultura en general se convirtió en una moda.

Como resulta habitual en los movimientos alternativos, la contracultura acabó siendo devorada por el 'sistema' al que se oponía. En dicha crisis influyeron muchos aspectos del hostil entorno: el tremendo poder de banalización y absorción que tienen el Marketing y los Medios de Comunicación; la dura -y sucia- represión que sufrió la Contracultura por parte de los poderes públicos; la crisis del petróleo; la 'revolución conservadora' que surge en los 80 como reacción a los valores contraculturales... Pero no sólo hay que achacar la crisis a factores externos, sino también a debilidades del propio movimiento: falta de pragmatismo y exceso de visionarismo, negativismo (dificultad para pasar de la crítica a las propuestas en positivo), gusto por la provocación y lo extravagante (en ocasiones sin un transfondo o fin claro)...

Todo ello produjo en la sociedad de los 60 un choque generacional y cultural muy fuerte entre unas propuestas contraculturales demasiado avanzadas para su época y una sociedad oficial aún demasiado rígida y puritana. Los ecos de ese choque aún siguen vigentes, como comentaba al inicio del artículo.

Considero, para acabar, que el principal legado de la Contracultura fue su labor de 'Pepito Grillo'. Frente a visiones autocomplacientes y etnocéntricas, que se vanagloriaban de vivir en la sociedad capitalista occidental como el mejor de los escenarios posibles; la Contracultura nos mostró las contradicciones de la sociedad de consumo, recordándonos que 'otro mundo es posible'.

Por ello, creo conveniente tratar de trascender el dilema entre mitificadores y demonizadores, y echar una nueva -y serena- ojeada al ideario contracultural. Así advertiremos que, junto a una parte del movimiento frívola e inmadura, condenada a su auto-destrucción, convivía una vertiente más creativa, de importantes críticas y propuestas que podrían ser muy útiles ante la crisis de legitimidad de nuestras democracias y la necesidad de replantear las instituciones y formas socio-culturales existentes, con el fin de transformar sus aspectos más autoritarios, burocráticos y tecnocráticos.

El Diario Montañes /Jueves, 5 de julio de 2007

Luis Ruiz Aja


Luis Ruiz Aja, nace en 1971 en Santander, dónde reside actualmente y trabaja como técnico municipal de Juventud. Licenciado en C. Políticas y Sociología por la U. A. de Barcelona, es también Master en Política Social por la U. de Deusto y en Juventud y Sociedad por la UNED. Sus publicaciones y apariciones en los medios locales de comunicación coinciden con dichas temáticas: diversos artículos y aparición en debates/tertulias sobre cuestiones juveniles y/o sociopolíticas; redacción y publicación del I Plan Integral de Juventud del Ayuntamiento de Santander y –finalmente– del ensayo que el lector tienen entre manos.

Aparte de eso, los que le conocen le tildan de hiper-activo: tan pronto se le puede ver dirigiendo las actividades juveniles de ocio nocturno alternativo (el exitoso programa “La Noche es Joven”);como tocando en un concierto de percusión africana; practicando técnica orientales como el Reiki; dando patadas al balón, para recordar su pasado en el equipo filial del Racing…; o sacando tiempo para visitar a los muchos amigos que tiene repartidos por la geografía del país (y que constituyen su más preciada pertenencia

Contracultura, La. Que Fue, Que Queda?


A finales de los años 60, varios países (como U.S.A., Francia, Holanda, Alemania, Checoeslovaquia etc.) vieron como estallaban en su seno una serie de movimientos juveniles, que protestaban contra los valores establecidos, trabajando subterráneamente en la creación de formas alternativas de vivir, consumir y producir. Quizás por el agravante de la Guerra de Vietnam, fue en U.S.A. dónde la protesta cobró una especial intensidad y duración. También fue allí dónde nacieron las primeras revueltas estudiantiles (que en el año 68 ya se habían propagado a 50 países).

El interés y originalidad de estos movimientos contraculturales, despiertan aún hoy numerosos tópicos e interrogantes: ¿cuáles fueron sus causas?; ¿existen precedentes?… ¿y contraculturas posteriores?; ¿por qué al cabo de unos años se “apagó” la Contracultura?; ¿resultó ésta un fracaso, o nos ha dejado un legado importante?; ¿es cierto que la mayoría de hippies acabaron aburguesados?… sobre éstas y otras cuestiones reflexiona a fondo Luis Ruiz Aja. El resultado es el único ensayo en lengua española que analiza tan exhaustivamente dicho fenómeno contracultural, y lo hace desde la objetividad y el desapego que proporcionan los años transcurridos y el no haber pertenecido a esa generación.

Así, el libro recoge aspectos como: los pensadores que inspiraron el movimiento; cómo se desarrolló éste en la práctica; cuáles fueron sus características e ideario; cuál fue la reacción del Sistema frente a ello; y la herencia que dejó en la sociedad actual. Por último, destaca el anexo dedicado a la Contracultura española, con los testimonios de varios de sus protagonistas (Escohotado, Sánchez Dragó y Racionero, entre otros).