domingo, 22 de julio de 2007

Aquellos maravillosos, ¿o desastrosos? años

LUIS RUIZ/AUTOR DEL LIBRO DEL LIBRO 'LA CONTRACULTURA: ¿QUÉ FUE, QUÉ QUEDA?' (MANDALA EDICIONES)

Sarkozy, recientemente proclamado presidente de Francia, basó buena parte de sus discursos de final de campaña en la denostación y demonización de la herencia de Mayo del 68, a la que llegó a culpabilizar de los principales males que aquejan a la actual nación gala: relativismo intelectual y moral, pérdida de las buenas costumbres, crisis del sistema educativo..., e incluso de la introducción del cinismo en la sociedad y la política; asi como del culto al rey dinero, a la especulación y beneficios a corto plazo, y a las derivas del capitalismo financiero...

Este discurso catastrofista, coincidente con el que desplegó la revolución neo-conservadora de los 80, choca frontalmente con otro -también frecuente- basado en la exaltación de 'aquellos maravillosos años', en los que una oleada de romanticismo invadió los países industriales y todo se inundó de amor, paz, libertad y flores, mientras sonaba la mejor música de la historia del rock y todos los jóvenes hacían el amor y la revolución pacífica, como nos cuentan -otra vez- los muchos actuales papás que dicen haber estado en mayo del 68 que -curiosamente- triplican en número a la cantidad de jóvenes que realmente lo hicieron)...

Este discurso mitificador, viene siendo aprovechado -aún hoy- por las industrias de la moda, música, series de TV..., para lanzar periódicos revivals de la 'década prodigiosa'. De ahí que se hable de la aparición de un cierto neo-hippismo, pero basado principalmente en aspectos estéticos y superficiales, en detrimento de otros importantes aspectos ideológicos/filosóficos que aportaron los movimientos contraculturales de finales de los 60. Todo ello está dando lugar -según algunos autores- a un nuevo perfil social: el de los 'jipiócritas' o bo-bos (bohemios-burgueses), que se gastan verdaderas fortunas en adquirir los bienes materiales más 'underground' y 'alternativos' del mercado.

Esta primera controversia entre mitificadores y demonizadores del 68, se entrecruza con otra según la cual: unos defienden que estos movimientos fracasaron al desaparecer sin dejar nada alterado ni acceder al poder; mientras que otros (entre los que también hay defensores y detractores como Sarkozy) consideran que las repercusiones de la Contracultura están siendo de vital importancia (positiva o negativa) en nuestra realidad actual... A partir de ahí, y tras constatar la existencia actual de esos cuatro discursos opuestos, cabe preguntarse si alguno de ellos es acertado y por qué -40 años después- esos movimientos juveniles siguen levantando tantos odios y pasiones.

Mi opinión, al respecto (producto de haber analizado a fondo estos movimientos con la objetividad y perspectiva que da el no haber pertenecido a aquella generación) es la de que se tiende a sobredimensionar su importancia y magnitud (no olvidemos que solamente una minoría -privilegiada en lo cultural y económico- de los jóvenes los protagonizó). Hasta el punto de que se les achaca virtudes y defectos de nuestra sociedad actual que, en realidad, se deben a fenómenos estructurales y procesos de cambio social mucho más profundos, que vienen gestándose y desarrollándose en las últimas décadas, y de las que la propia Contracultura del 68 sería -a su vez- un producto: globalización, desarrollo de la sociedad de la información, posmodernidad, proceso de secularización... El exagerado discurso electoral de Sarkozy al respecto es un buen ejemplo de lo que digo.

Por otro lado, considero que tampoco se puede minimizar la importancia de aquellos movimientos, sobretodo por los aspectos novedosos que introdujeron: En efecto, a finales de los 60 fueron muchos los países (USA, Francia, Holanda, Checoeslovaquia, Alemania etc) que vieron como estallaba en su seno una serie de movimientos de protesta contra los valores establecidos, trabajando subterráneamente en la creación de formas alternativas de vivir, consumir y producir. No estaban protagonizados por sectores desfavorecidos, sino por jóvenes de alto nivel cultural y social. Ello -además de plantear un reto importante al orden establecido- sorprendió a los analistas de distintas tendencias: tanto a marxistas (que no lograban explicarlos según la teoría de clases) como a liberales, que venían preconizando el fin de las ideologías y del conflicto social, tras la bonanza económica y el aparente 'consenso de bienestar' de principios de los 60.

Además, el hecho de que la Contracultura no alcanzase ninguna plataforma o cuota de poder no la deslegitima o invalida; dado que no era ése su objetivo, al no tratarse de una revolución política, sino cultural. Como tal, si bien no alteró directamente las estructuras de poder, consiguió dejar huellas en las actitudes, valores, comportamientos, arte, ideologías y formas de vida actuales; acabando con muchos tabúes y convencionalismos.

Aspectos tan actuales como la ecología, el pacifismo, el feminismo, la extensión de los derechos civiles, el orientalismo y la búsqueda de una espiritualidad no-institucionalizada, o de una gestión más participativa y comunitaria de las políticas públicas..., tienen su germen en los movimientos seseintayochistas.

Solamente en el campo socio-político, el legado contracultural es muy importante: Además de condenar -ya en aquellos años- todas las formas de represión (internas y externas) y totalitarismo (de izquierdas y derechas); también ha influenciado la aparición de Nuevos Movimientos Sociales (como el reciente antiglobalizador), de nuevos partidos (como los verdes); ha reformulado el eje izquierda-derecha añadiendo nuevas contradicciones a la tradicional 'capital-trabajo'; ha extendido nuevas formas de protesta y organización ciudadana al margen de los partidos; y ha obligado a éstos a revisar sus programas y agendas, incluyendo cuestiones posmaterialistas (el nuevo alcalde de Santander y su interés por políticas medioambientales es un ejemplo de cómo estos nuevos valores influyen en los partidos clásicos de izquierdas y también de derechas).

Por tanto, la herencia contracultural no es inexistente, pero tampoco es tan profunda como pretendía dicho movimiento, que cayó en la ingenuidad de buscar un cambio de valores tan radical (se hablaba de mutación, más que de revolución). Creyendo, además, que dicho cambio iba a bastar para alterar la injusta estructura social, creando un mundo mejor..., y todo ello regado con las prisas e impaciencia juvenil patente en el slogan que popularizaron el grupo musical The Doors: «¿queremos todo y lo queremos ahora!». Lo que ocurrió, sin embargo, fue que -tras una década- el movimiento de protesta se fue apagando y cayendo en la decadencia: la lucha pacífica (desobediencia civil) degeneró en terrorismo, la liberación sexual en negocio pornográfico, de los ensayos de vida en comunas se aprovecharon muchas sectas destructivas, la búsqueda interior y misticismo derivó muchas veces en drogodependencia... y la contracultura en general se convirtió en una moda.

Como resulta habitual en los movimientos alternativos, la contracultura acabó siendo devorada por el 'sistema' al que se oponía. En dicha crisis influyeron muchos aspectos del hostil entorno: el tremendo poder de banalización y absorción que tienen el Marketing y los Medios de Comunicación; la dura -y sucia- represión que sufrió la Contracultura por parte de los poderes públicos; la crisis del petróleo; la 'revolución conservadora' que surge en los 80 como reacción a los valores contraculturales... Pero no sólo hay que achacar la crisis a factores externos, sino también a debilidades del propio movimiento: falta de pragmatismo y exceso de visionarismo, negativismo (dificultad para pasar de la crítica a las propuestas en positivo), gusto por la provocación y lo extravagante (en ocasiones sin un transfondo o fin claro)...

Todo ello produjo en la sociedad de los 60 un choque generacional y cultural muy fuerte entre unas propuestas contraculturales demasiado avanzadas para su época y una sociedad oficial aún demasiado rígida y puritana. Los ecos de ese choque aún siguen vigentes, como comentaba al inicio del artículo.

Considero, para acabar, que el principal legado de la Contracultura fue su labor de 'Pepito Grillo'. Frente a visiones autocomplacientes y etnocéntricas, que se vanagloriaban de vivir en la sociedad capitalista occidental como el mejor de los escenarios posibles; la Contracultura nos mostró las contradicciones de la sociedad de consumo, recordándonos que 'otro mundo es posible'.

Por ello, creo conveniente tratar de trascender el dilema entre mitificadores y demonizadores, y echar una nueva -y serena- ojeada al ideario contracultural. Así advertiremos que, junto a una parte del movimiento frívola e inmadura, condenada a su auto-destrucción, convivía una vertiente más creativa, de importantes críticas y propuestas que podrían ser muy útiles ante la crisis de legitimidad de nuestras democracias y la necesidad de replantear las instituciones y formas socio-culturales existentes, con el fin de transformar sus aspectos más autoritarios, burocráticos y tecnocráticos.

El Diario Montañes /Jueves, 5 de julio de 2007

2 comentarios:

Anónimo dijo...

para cuando la presentacion del libro?

Anónimo dijo...

que noche la de aquel dia de la presentación! gracias!